Una mamá por partida triple (parte I)

Hoy hemos os quiero hablar de una historia muy conmovedora sobre una mamá por partida triple. La dividiremos en diferentes partes. ¡Aquí tenéis la primera!

Jaime y yo llevábamos un tiempo queriendo tener hijos, no demasiado pero nos conocimos ya con 35 y la cosa apremiaba así que decidimos probar suerte con tratamientos de fertilidad. 

Cuando haces un tratamiento la probabilidad de embarazo múltiple es alta, y se cuenta con que puedan cuajar los dos embriones, pero la naturaleza nos hizo la jugarreta de dividir uno de ellos y voilà!.
 
Yo siempre pienso en el sketch de Martes y Trece de “quiero una sopa” y le tiran la sopa a la niña en la cara… pues así es como me sentí yo cuando le dieron la noticia.
Fuimos a consulta, Jaime y yo con cara de inocentes y la ginecóloga le dice a Jaime que por favor se siente y se queda callada… yo ya de los nervios rompo el silencio y pregunto que qué pasa, y ella se pone a hacer el recuento “pues aquí vemos uno, aquí otro y … aquí otro…”, si hay tres. 
 
Yo me quería morir, no daba crédito, tardé varias semanas en asumirlo, Jaime, que es más iluso, estaba súper feliz sin pensar en todo lo que implicaba, cambio de casa, nuevo coche, y mil etcéteras.
 
Desde la semana 6 en la que supimos la noticia, nos avisaron que podían pasar muchas cosas, alguno se podía quedar en el camino, pero fue pasando el tiempo, y todo iba viento en popa.
 
Los controles eran semanales y todo estaba siempre bien, hasta el reparto era estupendo! dos niños y una niña!. Mi embarazo fantástico, sin náuseas ni dolores, siempre con más tripa que otras mamás pero yo me encontraba de vició, comía y comía y no engordaba! Tenía tres aliens que lo quemaban todo! 
 
Me encontraba muy cómoda y ágil pero me obligaron a darme la baja desde la semana 20 porque con mi edad (39) y con lo que llevaba dentro era embarazo de altiiiisimo riesgo. 
 
El primer susto nos lo llevamos en la semana 26, Iván (ya les teníamos ubicados y con nombre) empezó a no crecer, en estos casos de gemelos  se mide el porcentaje de discrepancia entre ambos, e Iván se iba cada vez alejando más de Pelayo. No había mucho que hacer más que esperar y desear que aguantasen los máximo. Pero en la revisión de la semana 30 el flujo del cordón del pequeño era en ocasiones reverso, es decir, no solo no recibía sino que “daba”, así que ingreso inmediato en el Hospital de La Paz de Madrid y cesárea programada para el día siguiente, jueves 7 de abril de 2016.
 
Ese día llegaron mis pequeños, en un quirófano con casi 20 profesionales a los que les debo la vida.
 
La primera que apareció fue Eva morenaza y llena de pelo, un monito de casi 1,5kg, a la pobre le cortamos el rollo, súper feliz en su placenta creciendo y con su espacio acotado. El siguiente, Don Pelayo, con algo menos de espacio pero también a tope creciendo y comiéndose lo de él y lo de su hermano, peso 1,35kg, y el pequeño Iván, todo un luchador, lo que llaman un CIR (crecimiento intrauterino retardado) de solo 889gr fue el último en salir.
 
Los tres eran minúsculos, me los enseñaban según los sacaban los ginecólogos, por cierto estos unos cracs que me ayudaron a sobrellevar con bromas lo que ha sido hasta la fecha el momento más complicado y angustioso de mi vida.
 
A mi a los 3 días me dieron el alta pero a mis peques les quedaba mucho aún, tenían que aprender a hacer todo lo que no les había dado tiempo, respirar, comer y crecer. Fueron dos meses en incubadora muy duros, con más de un susto, pero por suerte salimos airosos.
 
Y en el mes de junio llegamos a casa…
 

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