Quizás soy una persona demasiada organizada y me gusta(va) tenerlo todo bajo control. Todo planeado y previsto. Quizás era demasiado incrédula de pensar, antes de ser madre, que la maternidad era una línea recta con alguna que otro subida y/o bajada. Pero cuando te enfrentas directamente con la maternidad (en mi caso bi-maternidad) voces que la línea recta no existe y siempre estás subido a una montaña rusa de emociones, sentimientos y adversidades. Las bajadas siempre las interpreto como el caos, la parte más negativa y/o complicada de la maternidad, muchas veces las superas y vuelves a subir, otros consigues esquivar el problema para afrontarlo más adelante. Y aunque en los momentos más oscuros parece que el mundo te cae encima de golpe ves la luz – la salida, o hay una colina que te da un poco de esperanza o fuerza para continuar. Y así poco a poco (o no tanto) vas pasando todas las trabas positivas y negativos que comporta este viaje.
Cuando me doy cuenta que hemos superado una bajada, me enorgullezco y noto que he recuperado las fuerzas para salir adelante y aprendo a degustar los maravillosos momentos que aportan las subidas antes no volvemos a la bajada. Quizás la bajada o la subida dura poco: horas o días, pero otras dura masa y costa. Entonces cuando nos encontramos entes los momentos más complejos pido ayuda, me informo e intento a través de la ayuda remontar. No hablo de un psicólogo, ni de un profesional, sino de la opinión de un amigo, un familiar, la pareja o bien el internet. Y cuando todo esto no me ayuda entonces me tomo un respiro. Toda madre tiene derecho a un respiro. Un respiro significa un café sin niños, un encuentro de amigas, una tarde de cine, un paseo, una lectura, una… Y entonces como por arte de magia vuelvo a tener la batería y todo parece tener otro sentido.
Y ella (la maternidad) tan alocada, tan complicada, pero a la vegada no lo cambiaríamos por nada del mundo.